miércoles, 28 de agosto de 2013

mío y de otros

Me gusta dormir, quizá es lo que más me gusta en esta vida. Y quizá me gusta tanto porque me cuesta mucho conciliar el sueño.
No soy de esas que tan sólo con meterse en la cama se duermen. Ni tan siquiera consigo dormire en un coche, ni en una silla de un aeropuerto, ni estirada en la playa medio borracha.
Desde pequeña he pensado que dormir te aparta del mundo, te hace inmune a sus ataques. La gente sólo puede atacar a los despiertos, a los que están con los ojos abiertos. Los que desaparecemos en medio del sueño, somos inofensivos.
Pero me cuesta llegar al sueño.Debo confesaros que siempre he necesitado una cama para dormir, y aún diré más, mi cama. Por ello siempre he admirado a aquella gente que a los dos segundos de colocar su cabeza sobra cualquier tipo de superfície se queda completamente dormida. Los admiro y los envidio...¿O acaso puedes admirar algo que no envidias? ¿ O puedes envidiar algo que no admiras? Yo siempre necesito mi cama, creo que es una buena definición acerca de mí, bueno, quizá acerca de mi sueño. Además, pienso que tu cama, perdón, conrrijo, tu almohada, es el elemento más importante en la vida de una persona.
Y lo cierto es que tardas años en hacer tuya una almohada, cientos de dormidas para darle esa forma tan especial que la define y que tanto te atrae y te lleva al sueño.
Al fina, sabes cómo doblar la almohada para conseguir el sueño perfecto, cómo girarla para que la temperatura no sobrepase la que te gusta. Incluso sabes como huele después de una buena dormida. Ojalá pusiésemos saber tanto de las personas que amamos y duermen a nuestro lado.
Aunque tengo que deciros que yo no creo en el amor, ya lo dejo claro para que no queden dudas. No creo en amarse, no creo en morir de amor, no creo en suspirar por otra persona, en dejar de comer por una persona especial.
Pero en lo que sí he creído siempre es en que las almohadas llevan en su interior parte de tus pesadiillas, de tus problemas y de tus sueños. Y es por esa razón por lo que les ponemos esas fundas: para no ver los rastros de nuestra vida. A nadie le gusta verse reflejado en un objecto. Dicen tanto de nosotros nuestros coches, nuestro móviles, nuestra ropa....
Desde pequeña, si sabía que algo bueno me pasaría al día siguiente no pegaba ojo en toda la noche. Dejaba la persiana totalmente subida para que el amanecer me golpeara en el rostro y el nuevo día llegara tan y tan rápido que el sueño no durase más que unos anuncios.
..Pero volvamos al tema, soy una impaciente, lo sé y me gusta. Creo que aunque la impaciencia se convirtió un día en un defecto horrible, todos sabemos que es una virtud. Algún día, el mundo será de los impacientes. O eso espero.
El móvil volvío a sonar y se introdujo en mi profundo sueño. Recuerdo que aquel día soñaba con peces que tenían cabeza de águila. Si, me encanta mezclar conceptos, sentirme un poco Diosa en mis sueños.
Por cierto.. acabé enamorándome de forma estúpida y poco inteligente, por eso, a día de hoy, sigo sin creer en el amor.

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